Mi música (cómo terminé aquí?)
Anoche la presentación de Megadeth fue ABSOLUTAMENTE BESTIAL (el énfasis es mío). Buen trash para sacudirse como loco, una banda que sabía exactamente lo que hacía y un público entregado, conformado por legiones tras legiones de personas con la obligatoria camiseta negra, y combinaciones distintas de tatuajes, cabellos largos y aretes.
La gente que me conoce sabe que no soy exactamente un metalero de pura cepa, pero sabe lo mucho que puedo apreciar un buen Headbanger. Megadeth está entre mis grupos favoritos con una selección muy ecléctica que incluye entre otros, a Radiohead, The Mars Volta, Metallica, Green Day, Nirvana, Soundgarden, Pantera, Muse, Nine Inch Nails, Los Héroes del Silencio y Tool. Uno de mis "superpoderes" es hablar por horas sin parar sobre algún tema de trivia, y si hay uno que puede dominar es el de la música, y tengo la suficiente habilidad en la guitarra para poder tocar muchas de las canciones que más me gustan.
Lo que pocos conocen es cómo fue que pasó todo. ¿Cómo llegúe a gustar de un conjunto tan hetereogéneo de música? Es básicamente vinculada con el rock, pero no necesariamente. Nunca me hice parte de una de las comunidades de esta música, aunque las aprecio mucho. ¿Y porqué no terminé en los brazos del pop, el reggaeton, la música de ascensor o algo peor?
Bueno, todo comenzó más recientemente de lo que uno creería..
Fase 0: 13 años de oscurantismo.
Podría decir sin mayor asco que la música me importaba un pepino hasta más o menos los 13 años, y una vez llegado ese punto requirió una revolución hormonal y un poco más para realmente suceder. La música me empezó a importar más o menos al mismo tiempo que las mujeres. Así de fácil. A pesar de esto, las melodías que mis padres diligentemente se esforzaron por hacer llegar a mis oídos saldrían a la superficie posteriormente, con mayor (Mozart, Beatles, Supertramp, Silvio Rodriguez, Mecano) o menor (Los Iracundos, Serrat, Mercedes Sosa) éxito.
La primera melodía en realmente llamar mi atención fue, y en general por lo muy berrada que andaba entonces, Winds of Change de Scorpions. Es más, me compré el LP -anda por ahí, el original de J.D. Feraud Guzmán, grabado como una mierda- del cual también me llamó mucho la atención Send me an angel. El resto del disco me asustaba un poco.
Vale la pena aclarar que yo había considerado la posibilidad de ser sacerdote y, como tal, asumía como cierto cualquier juicio de valor de los curas de mi colegio, los cuales se ocuparon diligentemente de prevenirnos sobre los peligros de todo aquello que estuviera excluído de su pristina visión del mundo, lo cual por supuesto incluía al rock, sobre todo al metal. Recuerdo pensar entonces que mis amigos seguramente oían Metallica y Sepultura y Slayer por la misma razón que trataban de fugarse o siempre sacaban malas notas: porque eran unos tarados que harían todo lo que pudiera enojar a sus padres y a sus autoridades.
No como yo, claro.
Sigamos adelante, por lo que más quieran...
Paso 1: La edad de la Ira
Como dije, mi camino por la música empezó más o menos sincronizado con mi camino por el descubrimiento, conquista y exploración del sexo opuesto, proceso el cual es más comparable con el Waterloo de Napoleón o con el Día D que con la América de Colón. Para hacer la historia corta, la aparición de las mujeres en mi vida vino acompañada con una serie de revelaciones que incluía la confirmación de que mis compañeros de aula eran, efectivamente, unos idiotas, pero también de que la moral de las autoridades empezaba a desdibujarse como guía (seguida muy de cerca por su pobre capacidad de raciocionio) e incluso de mis padres. De repente no podía confiar en nadie excepto en mi, y yo era el menos confiable posible en ese momento.
Siempre fui fácil para la ira, pero nunca hasta ese momento empecé a almacenar resentimientos de larga duración. Ya no eran 5 minutos de destrucción rodeados de horas de indiferencia, ahora pasaba todo el tiempo pensando en lo mal que estaba todo y como me gustaría ver todo incendiarse -la adolescencia es chévere, no? Empecé a pasar tiempo en mi cuarto, tratando de no pensar tanto para no enojarme, y empezando a rechazar sistemáticamente lo que sonaba en las radios porque simplemente no resonaba conmigo. Te amaré? La cosecha de mujeres nunca se acaba? Tengo todo excepto a tí? DE QUE DIABLOS HABLABAN ESTOS CRETINOS???
Ya empezaba a creer que la radio era un collage de las voces de un batallón de zombies descerebrados, cuando oí a alguien gritar.
Gritaba como yo quería gritarles a todos, como yo quería hacer entender a toda la creación que mi vida era una mierda y que me sentía iracundo e impotente. Apenas entendía lo que decía este individuo, pero había encontrado una voz que podía decir lo que yo solo quería vomitar.
Este individuo era Kurt Cöbain, de una banda Nirvana. Recordé haber visto alguna portada con un bebé flotando. Me había asustado, me recordaba a la maldad contra la que los Hombres Santos me habían prevenido. Pero ahora que no eran tan santos tal vez le daría una chance al bebé que perseguía al dólar. Fui a comprar otra vez a JD Feraud Guzmán el casette con el dichoso bebé y lo puse en mi walkman, que a partir de entonces se convertiría en mi símbolo oficial de aislamiento del mundo. Y empezó a sonar Smells like teen spirit.
El mundo tenía sentido por primera vez.
De ahí en mas las puertas se abrieron, justo en ese momento la ola grunge llegaba al país y aunque Cöbain había muerto, la ola que lo llevaba en su cresta traía también otros nombres, otras voces que también tenían sentido y hablaban con mis propias ideas. Lo mejor fue cuando empecé a descubrir que la gente que más odiaba en mi curso detestaba la idea del grunge y el alternativo, y entendía porqué perfectamente: mis nuevos héroes no hablaban de gente bonita en la cima del mundo a la que todo le salía bien, sino de desadaptados que no podían comprender porqué las cosas no les salían, como a mí.
Una de las voces que más me llamó la atención fue un tal Marylin Manson. Se veía y actuaba como todo contra lo que me habían advertido, pero cuando oía sus letras, peor aún, cuando leía o escuchaba sus entrevistas, parecía el tipo más razonable que hubiera oído en mi vida. En un artículo en el comercio le preguntaron qué libro le recomendaría a la juventud para leer, y decía que un tal Nietzche sería un buen comienzo. Encontré una copia de Así Habló Zarathustra en mi casa y lo empecé a leer en los ya clásicamente nefastos viajes a Machala. Lo terminé de leer antes de llegar y para cuando cerré la tapa de ese libro, el seminarista había muerto para siempre y el rockero había nacido para quedarse.
Mi peor momento fue el famoso paseo de Cartagena, en 6to curso. Ahí si que quería destruirlo todo. Cuando me había convencido de que mis últimos días de vida colegial serían extrañados descubrí que contaba cada día que faltaba para la graduación como si fuera un prisionero. El mundo era verdaderamente un sitio hostil diseñado por un sádico muy creativo. Pero no todo fue malo en ese viaje....
Al tomar el avión de regreso encontré en el piso 10 dólares. Los recogí, vi alrededor, moví un poco los billetes al aire y nadie se dió por aludido. Decidí comprar un CD con ese dinero. Antes de partir al viaje, justamente en Machala, oí los últimos acordes de una canción con la voz de un angel y una melodía dulce pero que de alguna forma me daba escalofríos. Yo sólo sabía que la banda que hizo esa canción se llamaba Radiohead. Y el disco que compré fue The Bends.
Lo oí por primera vez en la casa de mi abuela, no lo entendí muy bien al principio, pero esa voz aguda, dulce y triste resonaba a la perfección con esa desolación que reinaba en mí en ese momento. También había un dejo de ironía, de cagarse de la risa y escupir en la cara del diablo mientras te está destripando. Algunos se alejan de Radiohead porque piensa que los va a deprimir e inclusive que invita a suicidarse. Jamás lo entendí así. Más bien era al revés, en esos momentos en los que hubiera querido que la muerte me encontrara escuchaba a Radiohead, y me aliviaba mucho saber que alguien más en alguna parte del mundo era capaz de sentir casi exactamente lo que yo sentía. Me sentía efectivamente comprendido.
Terminó ese colegio, y entonces decidí que un intercambio a USA sería un buen plan, debía averiguar si el mundo apestaba igual en todos lados.
Pero esa es historia para otro día. (Manténgase sintonizado para las partes 2 y 3 ^^)
La gente que me conoce sabe que no soy exactamente un metalero de pura cepa, pero sabe lo mucho que puedo apreciar un buen Headbanger. Megadeth está entre mis grupos favoritos con una selección muy ecléctica que incluye entre otros, a Radiohead, The Mars Volta, Metallica, Green Day, Nirvana, Soundgarden, Pantera, Muse, Nine Inch Nails, Los Héroes del Silencio y Tool. Uno de mis "superpoderes" es hablar por horas sin parar sobre algún tema de trivia, y si hay uno que puede dominar es el de la música, y tengo la suficiente habilidad en la guitarra para poder tocar muchas de las canciones que más me gustan.
Lo que pocos conocen es cómo fue que pasó todo. ¿Cómo llegúe a gustar de un conjunto tan hetereogéneo de música? Es básicamente vinculada con el rock, pero no necesariamente. Nunca me hice parte de una de las comunidades de esta música, aunque las aprecio mucho. ¿Y porqué no terminé en los brazos del pop, el reggaeton, la música de ascensor o algo peor?
Bueno, todo comenzó más recientemente de lo que uno creería..
Fase 0: 13 años de oscurantismo.
Podría decir sin mayor asco que la música me importaba un pepino hasta más o menos los 13 años, y una vez llegado ese punto requirió una revolución hormonal y un poco más para realmente suceder. La música me empezó a importar más o menos al mismo tiempo que las mujeres. Así de fácil. A pesar de esto, las melodías que mis padres diligentemente se esforzaron por hacer llegar a mis oídos saldrían a la superficie posteriormente, con mayor (Mozart, Beatles, Supertramp, Silvio Rodriguez, Mecano) o menor (Los Iracundos, Serrat, Mercedes Sosa) éxito.
La primera melodía en realmente llamar mi atención fue, y en general por lo muy berrada que andaba entonces, Winds of Change de Scorpions. Es más, me compré el LP -anda por ahí, el original de J.D. Feraud Guzmán, grabado como una mierda- del cual también me llamó mucho la atención Send me an angel. El resto del disco me asustaba un poco.
Vale la pena aclarar que yo había considerado la posibilidad de ser sacerdote y, como tal, asumía como cierto cualquier juicio de valor de los curas de mi colegio, los cuales se ocuparon diligentemente de prevenirnos sobre los peligros de todo aquello que estuviera excluído de su pristina visión del mundo, lo cual por supuesto incluía al rock, sobre todo al metal. Recuerdo pensar entonces que mis amigos seguramente oían Metallica y Sepultura y Slayer por la misma razón que trataban de fugarse o siempre sacaban malas notas: porque eran unos tarados que harían todo lo que pudiera enojar a sus padres y a sus autoridades.
No como yo, claro.
Sigamos adelante, por lo que más quieran...
Paso 1: La edad de la Ira
Como dije, mi camino por la música empezó más o menos sincronizado con mi camino por el descubrimiento, conquista y exploración del sexo opuesto, proceso el cual es más comparable con el Waterloo de Napoleón o con el Día D que con la América de Colón. Para hacer la historia corta, la aparición de las mujeres en mi vida vino acompañada con una serie de revelaciones que incluía la confirmación de que mis compañeros de aula eran, efectivamente, unos idiotas, pero también de que la moral de las autoridades empezaba a desdibujarse como guía (seguida muy de cerca por su pobre capacidad de raciocionio) e incluso de mis padres. De repente no podía confiar en nadie excepto en mi, y yo era el menos confiable posible en ese momento.
Siempre fui fácil para la ira, pero nunca hasta ese momento empecé a almacenar resentimientos de larga duración. Ya no eran 5 minutos de destrucción rodeados de horas de indiferencia, ahora pasaba todo el tiempo pensando en lo mal que estaba todo y como me gustaría ver todo incendiarse -la adolescencia es chévere, no? Empecé a pasar tiempo en mi cuarto, tratando de no pensar tanto para no enojarme, y empezando a rechazar sistemáticamente lo que sonaba en las radios porque simplemente no resonaba conmigo. Te amaré? La cosecha de mujeres nunca se acaba? Tengo todo excepto a tí? DE QUE DIABLOS HABLABAN ESTOS CRETINOS???
Ya empezaba a creer que la radio era un collage de las voces de un batallón de zombies descerebrados, cuando oí a alguien gritar.
Gritaba como yo quería gritarles a todos, como yo quería hacer entender a toda la creación que mi vida era una mierda y que me sentía iracundo e impotente. Apenas entendía lo que decía este individuo, pero había encontrado una voz que podía decir lo que yo solo quería vomitar.
Este individuo era Kurt Cöbain, de una banda Nirvana. Recordé haber visto alguna portada con un bebé flotando. Me había asustado, me recordaba a la maldad contra la que los Hombres Santos me habían prevenido. Pero ahora que no eran tan santos tal vez le daría una chance al bebé que perseguía al dólar. Fui a comprar otra vez a JD Feraud Guzmán el casette con el dichoso bebé y lo puse en mi walkman, que a partir de entonces se convertiría en mi símbolo oficial de aislamiento del mundo. Y empezó a sonar Smells like teen spirit.
El mundo tenía sentido por primera vez.
De ahí en mas las puertas se abrieron, justo en ese momento la ola grunge llegaba al país y aunque Cöbain había muerto, la ola que lo llevaba en su cresta traía también otros nombres, otras voces que también tenían sentido y hablaban con mis propias ideas. Lo mejor fue cuando empecé a descubrir que la gente que más odiaba en mi curso detestaba la idea del grunge y el alternativo, y entendía porqué perfectamente: mis nuevos héroes no hablaban de gente bonita en la cima del mundo a la que todo le salía bien, sino de desadaptados que no podían comprender porqué las cosas no les salían, como a mí.
Una de las voces que más me llamó la atención fue un tal Marylin Manson. Se veía y actuaba como todo contra lo que me habían advertido, pero cuando oía sus letras, peor aún, cuando leía o escuchaba sus entrevistas, parecía el tipo más razonable que hubiera oído en mi vida. En un artículo en el comercio le preguntaron qué libro le recomendaría a la juventud para leer, y decía que un tal Nietzche sería un buen comienzo. Encontré una copia de Así Habló Zarathustra en mi casa y lo empecé a leer en los ya clásicamente nefastos viajes a Machala. Lo terminé de leer antes de llegar y para cuando cerré la tapa de ese libro, el seminarista había muerto para siempre y el rockero había nacido para quedarse.
Mi peor momento fue el famoso paseo de Cartagena, en 6to curso. Ahí si que quería destruirlo todo. Cuando me había convencido de que mis últimos días de vida colegial serían extrañados descubrí que contaba cada día que faltaba para la graduación como si fuera un prisionero. El mundo era verdaderamente un sitio hostil diseñado por un sádico muy creativo. Pero no todo fue malo en ese viaje....
Al tomar el avión de regreso encontré en el piso 10 dólares. Los recogí, vi alrededor, moví un poco los billetes al aire y nadie se dió por aludido. Decidí comprar un CD con ese dinero. Antes de partir al viaje, justamente en Machala, oí los últimos acordes de una canción con la voz de un angel y una melodía dulce pero que de alguna forma me daba escalofríos. Yo sólo sabía que la banda que hizo esa canción se llamaba Radiohead. Y el disco que compré fue The Bends.
Lo oí por primera vez en la casa de mi abuela, no lo entendí muy bien al principio, pero esa voz aguda, dulce y triste resonaba a la perfección con esa desolación que reinaba en mí en ese momento. También había un dejo de ironía, de cagarse de la risa y escupir en la cara del diablo mientras te está destripando. Algunos se alejan de Radiohead porque piensa que los va a deprimir e inclusive que invita a suicidarse. Jamás lo entendí así. Más bien era al revés, en esos momentos en los que hubiera querido que la muerte me encontrara escuchaba a Radiohead, y me aliviaba mucho saber que alguien más en alguna parte del mundo era capaz de sentir casi exactamente lo que yo sentía. Me sentía efectivamente comprendido.
Terminó ese colegio, y entonces decidí que un intercambio a USA sería un buen plan, debía averiguar si el mundo apestaba igual en todos lados.
Pero esa es historia para otro día. (Manténgase sintonizado para las partes 2 y 3 ^^)
8 Comments:
At 9:57 AM, Unknown said…
esperaba un alegato más extremo contra la carcel esa que compartimos.
At 6:05 PM, DragonSlayerTati said…
En ese tiempo, MTV ponia buena musica...
At 11:09 PM, Unknown said…
me he tomado una noche de laburo para responder adecuadamente a un post de este calibre. grandes momentos. gran vida.
At 9:59 PM, whyayay said…
nice!!! A mucha deshonra tas hablando con la que de chiquita le gustaba britney spears buuuuuu!!! mis anios de obscurantismo fueron mas prolongados aunque siempre me encanto greenday y nirvana quien sabe siempre he sido medio rareta
At 5:39 PM, DragonSlayerTati said…
A mi me gustaba Lucerito
At 12:07 PM, Schwa said…
:??? Me pasé la primera mitad de mi vida recorrida hasta hoy pegada a la HCJB (en esa época no pasaban ni cristianidades ni reguetones ni salsas... sólo clásica y la hora) y unos cinco o siete años siguientes en la Radio Concierto. No es para sorprenderse que me gustara Disney :(
XDDDDDDDDDD
Ahora me gusta Miranda!
At 6:08 AM, Unknown said…
yo tengo miedito... me persiguen mis 11 yiers bifór...
y que fue de la segunda parte...!
At 3:16 PM, Schwa said…
Ya escribe algo CHCH!
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