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Tuesday, March 31, 2009

A dream within a dream

Este cuento es una transcripción "aplanada" de mi sueño de anoche. Algunos parecen saber porqué últimamente puedo soñar de nuevo y de alguna forma me asusta un poco. Espero que les guste, a mí me despertó sin aire.

El centro, en ese momento, era un lugar tan bueno como cualquier otro para capear el temporal. Pero en esos instantes nos encontrábamos ahí reunidos con otro propósito. Sabíamos que nuestro objetivo era el exorcismo, la expulsión de antiguos fantasmas que nos perseguían desde hace más de un lustro.

No sabíamos cual sería el primero, ni a que fantasma se enfrentaría, pero sabíamos que cuando el momento llegara y el fantasma cruzara ese umbral, el escogido tendría que enfrentarse en completa soledad a su pasado. Y ahí nos encontrábamos, silenciosos y sin saber que esperar.

Hasta que Claudia me dijo: “alguien quiere hablar contigo” volteó a la puerta y ahí estaba el primer fantasma, mi turno había llegado, y empezaba con un espectro realmente temible. Sus ojos verdes, sus rizos y su sonrisa acomodadiza estaban ahí, esperando sin decir palabra.

Me puse de pie, tomé mi guitarra y seguí a mi pasado hasta las últimas consecuencias.

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Caminamos por horas bajo la lluvia, en silencio, y con un sentido de propósito tan definitivo como misterioso. Su casa era de las de antes, con un portal, piso de madera crujiente y astillada con aroma a cera vieja, luz de foco incandescente a medias y una familia muy presente, aun cuando nunca pasamos del “buenas noches” ni siquiera para ver sus rostros.

Fuimos directamente a su cuarto, a pesar de la lluvia, la guitarra estaba perfectamente seca. El agua parecía que había intentado remover de nuestros cuerpos todo ese trajín y podredumbre que ni el jabón había podido quitar en todos estos años. Si hasta parecía que éramos más puros y merecedores.

Por fin asenté la guitarra en la pared y nos vimos a los ojos.

“Es hora de dejarlo atrás, ¿Comprendes?”

“Claro, ya era tiempo, y sabes que sólo podemos hacerlo de una forma”

Ella empezó a aflojar los botones de su pantalón, pero se detuvo en el segundo y dijo..

“Pero no puede ser aquí, vamos a otro lugar”.

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Por un momento había pensado que la luz de su casa parecía de chongo, nada que ver, ésta era iluminación de chongo, que lo único que permitía ver era los rostros macilentos, los pechos y la pintura descascarada.

Saludó a un par de amigos a los cuales ignoré casi como reflejo y nos encerramos en un baño viejo como el polvo, pero limpio por una de las pocas gracias que ese día me tenía en reserva. El lugar era espacioso, más bien parecía una piedra de lavar readecuada como baño.

Me acosté inclinado en la taza, ella retomó el proceso de zafar sus botones para cuando yo ya tenía mi erección al aire, preparada para terminar con este ritual de pasar la hoja.

Esta vez ella llegó al tercer botón, se detuvo y sonrió con sinceridad por primera vez en el día, y tal vez en su vida.

No me quedó más que sonreír también, porque sabía que esto podía pasar, y le dije de forma clara pero sutil:

“¿No vamos a dejar nada atrás verdad? No hay perdón ni olvido el día de hoy.”

“Todo este tiempo pensaste que solo tú fuiste dañado, ¿Acaso no pensaste que yo también tenía venganza que desquitar?”

Cualquier otra discusión ya era inútil; que si yo no hice nada, que si ella fue la que decidió engañarme a las dos horas, que el dolor fue insoportable y la espera aún peor, que fue el peor síndrome de abstinencia de la vida. No había nada que rescatar, a toda acción corresponde una reacción y en ocasiones el cuchillo puede herirse más de lo que corta. Ella estaba dispuesta a hacerme pagar por mi ignorancia casi tanto como yo estuve dispuesta a hacerla pagar por su idiotez.

No habría placer para nadie esa noche, de ningún tipo, en un solo movimiento me subí los pantalones escondiendo mi virilidad, la cual sólo cedió la suficiente firmeza para volver a cerrar el botón, pero no para darle el gusto de verme disminuido ni por un milímetro.

Mi preocupación era inútil, ella estaba abriendo la puerta para invitar a sus amigos, para ridiculizarme y empezar su larga letanía de venganzas, pero para cuando iba a empezar el griterío, volteó para ver que ya me había ido, que esta vez era yo el fantasma.

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La lluvia arreciaba, al punto de que la calle que llevaba a su casa estaba inundada, vi gente tratando de flotar desesperada, llevando sus posesiones y sus hijos. Yo llevaba entre los dientes mi celular, si la billetera quería mojarse, que se le iba a hacer.

Por fin pude llegar al umbral de su puerta de nuevo, me deslicé en silencio a su cuarto para recuperar mi guitarra, que en ese momento ya era mucho más que un simple instrumento de cuerdas. Para cuando salí por su puerta, la vi al otro lado del pasillo, feroz, inclusive hermosa, pero dispuesta a emascularme con lo primero que tuviera a mano.

Creo que dije algo, no sé si lo oyó, pero corrí veloz. No tenía miedo, incluso desde aquel baño ya no lo tenía, del deseo a la sorpresa rara vez se genera miedo, a veces se inventa la furia, pero en este caso era la absoluta determinación de salirme con la mía, de una forma o de otra.

Salté al agua, flotaba sobre la guitarra mientras remaba furiosamente con mis manos, salí del charco y seguí corriendo bajo la lluvia. No sé si me imaginaba que me perseguía, sola, con su familia, con una legión de bestias del infierno, ya no importaba, no vivía por el miedo ni por la furia ni por la venganza; mi vida era la persecución y estaba viviendo a mil.

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Para cuando me di cuenta era de mañana y estaba en la mitad de ningún lado. Si alguien me quiso asaltar o detener, nunca me dí cuenta, al virar de una esquina encontré a otro amigo, al que menos esperaba encontrar y que sorprendentemente, afirmaba conocer una forma de salir de ese infierno.

Me llevó por un extraño edificio que descendía en espiral, lleno de basura y suciedad, para cuando llegué abajo, el último piso estaba cubierto por este líquido maloliente que queda en el fondo del basurero, del que apesta la ropa por semanas. Resbalé en él, pero no caí. Mi celular no tendría la misma suerte y lo vi flotar en el inmundo líquido, pero siendo Nokia, calculé que podría ver el mañana y lo recogí. Para cuando llegué a la puerta, mi amigo se había esfumado entre sombras de nuevo. Al parecer, ese día, todos podíamos ser fantasmas.

Al salir por la puerta, en efecto pude ver el puente de la Marín y la estación de buses. Nadie quería sentarse junto al apestoso guitarrista, pero no importaba. Tal vez no estaba más limpio, pero si estaba más puro.

El interminable desfile de edificios vetustos era un marco apropiado para mis sentimientos. Cuanta inocencia de mi parte en pensar que había perdón y olvido para ella o para mí. Mi Karma ya había quedado casi limpio, pero el de ella había acumulado tanta mierda en esos años como lluvia pasó frente a su puerta esa noche.

Ahora como antes mi venganza sería mantenerme vivo y contemplar su lenta descomposición. Alguna vez la quise muerta, pero luego me di cuenta del alivio que la muerte le habría causado. No quedaba más remedio que llevar a cabo mi sistemática venganza, extender hasta el último confín de la tierra mi compasión y mi felicidad para que los demonios que han hecho de su alma un parásito terminen lo interminable.

Don’t you ever trust my mercy.

Addendum: Tal vez la Clau tiene razón, tal vez ella murió el día en que tuvo que regalar los gatos y todos tratamos con un cadáver menos que exquisito desde ese día. Que no quede duda, la necrofilia es horrenda

Wednesday, March 18, 2009

Top 10: Mis Mejores discos de los 90

1. Radiohead: Ok Computer
2. Nirvana: Nevermind
3. Tool: Aenima
4. Soundgarden: Superunknown
5. Pearl Jam: Ten
6. Metallica: Metallica
7. Garbage: Version 2.0
8. Pantera: Cowboys From Hell
9. Nine Inch Nails: The Downward Spiral
10. Red Hot Chili Peppers: One Hot Minute.

Pongan sus propias listas!

Wednesday, March 11, 2009

>Inserte lugar común literario fúnebre aquí<

Hubo alguna vez un hobbit en un agujero....mas bien, un artista en un parque.

Recuerdo que hacía malabares, era tragafuegos, cantaba en latín y era monarquía en lugares jamás escuchados.

Recuerdo que si le quitabas el bastón, el gorrito y el bigote chistoso lo que dejabas era un niño flaquito, pálido y muy, muy frágil.

Una tarde lo llevamos al café modelo, pidió muchos helados, pidió tantos que los dueños le regalaron un sánduche con queso fundido. Y después de eso, pidió más helados.

Se indignó cuando algún desatinado llamó a Borges "pobre ciego".

Fue el cronopio en la recreación audiovisual del cuento de la flor y el cronopio. Fue absolutamente perfecto.

Esperaba conmigo, ansioso, el retorno de Grima a su casa para enseñarle al muy cabrón un poco de educación, y el significado de la frase "me duele la vena cava".

Festejó conmigo cuando regalaron en el parque sopas individuales. Con crutones.

Me enseñó algunos trucos de malabares.

Lo recuerdo fumando palosanto en el parque. Siempre siento algo raro en las navidades, cuando asoma de nuevo el olor a palosanto, y ahora será aún más raro.

Se fue con nosotros al Puyo. Se sentó junto a la negrita a conversar de todo, y por un momento recuerdo haber abrigado esperanzas con mis camaradas de que fueran pareja. Tal vez era obvio para cualquiera con 2 neuronas funcionando que eso no debía ser así, pero nadie me quita que hubiera sido genial si se hubiera dado.

Lo que no puedo recordar por mucho que me esfuerzo es alguna conversación coherente, mundana con él. "Hola, como estás" "bien, y vos" "bien también". Nada que se le asemeje o acerque siquiera. Aparentemente las reglas de intercambio social estándar no se aplicaban o no se podían aplicar con él. Todos los involucrados sabíamos de una forma o de otra que ese algo que saludábamos y veíamos bailando como saltimbanqui de aquí para allá era solo la proyección de algo más que no se podía incluir en este mundo.

Lejos estaba yo de saber que el lo sabía mejor que nosotros, y que había planificado por una década entera su salida, la retirada silenciosa de ese poco que le era permitido compartir con nosotros.

¿Mencioné que era flaco como el solo? Lo vi consumir helado tras helado esa tarde, y nunca engordaba, así como parecía que tanta inmundicia y normalidad con la que se veía forzado a convivir a diario nunca dejaba algun rastro en el.

Al calor de los recientes sucesos, no se si algo de ello fue real. Me causa enorme pereza aplicarle alguna religiosidad al asunto, pero al menos me permitiré reflotar algo que hace no mucho leí en un sutra, una explicación hasta pícara que daba el Siddharta Buda sobre la existencia de la vida y la muerte.

Según esa historia, los hijos de un famoso médico se negaban a aplicarse un complejo tratamiento para curarse de una enfermedad crónica. Así que el médico decidió engañarlos pretendiendo que se iba en un largo viaje, y que en ese viaje sufría un mal que lo dejaba agonizante, pidiendo como último deseo a sus hijos que se hicieran el tratamiento. Y una vez que se curaron, el médico volvió para pedirles disculpas.

De acuerdo al Buda, el universo nos engaña de la misma forma con el ciclo de la vida y la muerte para que aprendamos de nuestra experiencia y encontremos la iluminación y la paz.

Yo me siento exactamente así, engañado por su vida y engañado por su muerte.

De alguna forma convencido por estos sucesos, he decidido que tomaré los 3 refugios en mi cumpleaños. Nunca habían tenido tanto sentido las enseñanzas del budismo como hoy, como en este instante.

También te conocí poco flaco, como al Jesús de los tristes clérigos de ferreterías en Cotacachi, controles remotos y discursos hipócritas. Será agradable si te vuelvo a encontrar. Tal vez entonces podamos tomar té y baklavas con la Vale sin que te vayas corriendo.